—Algún dÃa tendrás que cogerme el teléfono, digo yo.
O quizás no, añadió para sus adentros. Demasiado cansada como para enfadarse, optó por establecer un orden de prioridades en sus sentimientos. AsÃ, primero se sintió triste por la noticia que habÃa sacudido los cimientos de su futuro apenas una hora antes; después se abrigó en la ironÃa para sentir la calidez de una piel que la protegiera del dolor, ese que amenazaba con complicarle tanto las cosas; y finalmente masticó la humillación de sentirse estafada por no su único pero sà gran apoyo, a quien habÃa confiado la mala nueva. No esperaba ni querÃa soluciones, pues ella misma las conocÃa de sobra y solo el tiempo podrÃa darle los resultados. QuerÃa cariño, palabras de ánimo y comprensión, no reproches inoportunamente devueltos por riñas no tan olvidadas como parecÃa.
Tercer pitido de la quinta, sexta o séptima llamada.